"El gran combate" de John Ford

El ultimo western de John Ford. Una epopeya del pueblo indio por regresar a sus tierras natales a más de dos mil kilómetros de su actual paraje en tierras desérticas, sin vida ni esperanza. Un homenaje al pueblo Cheyenne.

Tras una larga espera a que se cumplan las promesas vacías del hombre blanco al pueblo Cheyenne, estos, hartos de la situación, se embarcan en un largo viaje hacia Yellowstone (Dakota) para volver a su tierra natal. El ejército trata de impedirlo propagando rumores e historias magnificadas de falsa información, haciendo más duro si cabe el camino de este pueblo que fue masacrado por el hombre blanco egoísta e inmoral a favor de intereses materialistas.

Basado en la historia real de un continente que fumigo el hombre blanco sin escrúpulos. Un homenaje del director que da un punto de vista del indio diferente al reflejado en muchos de sus propios films, pero que no dejaron explayarse al maestro rodar con total libertad, imponiendo más de una condición y negándose a otras tantas.

Un gran dominio de los exteriores, del campo abierto que Ford sabe hacer tan bien, aprovechando al máximo la geografía, la distancia, el encuadre y la forma.

La música de Alex North intenta dar epicidad a lo mostrado en pantalla y que el mismísimo Ford crítico y repudio, no gustándole para nada el trabajo de North, un sentimiento que el director fue alimentando con cada imposición del estudio.

El reparto esta correcto y en ocasiones desaprovechado. Solvente el trabajo de Richard Widmark dando vida a un capitán del ejército que custodia a los Cheyenne y que denunciara en más de una ocasión el trato al pueblo indio. Carrol Baker da vida a una cuáquera que se involucra en la hazaña india y los acompaña en su viaje.

Después de que la productora se negara a introducir en el reparto a auténticos indios que dialogaran en su idioma nativo, Ford tuvo que contar con un reparto de latinos que encabezan Rosario del Rio, Ricardo Montalbán o un Gilbert Roland que fue nominado al Oscar por esta actuación (sobrevalorado).

Hacia la mitad del metraje y a modo de descanso narrativo, el bueno de Ford nos mete (con calzador) una historia que roza lo cómico, una partida de póker en la que participa Wyatt Earp, un trio de actores que ayudo a la propaganda de la película y que son meros cameos sin peso alguno en la historia, James Stewart, Arthur Kennedy y John Carradine.

Edward G. Robinson como ministro del interior tampoco brilla, un personaje con peso, pero desaprovechando el talento de un actor reducido a un par de escenas de escaso dramatismo y matices sin explotar. Sin duda el más destacable de los trabajos podría ser el realizado por Karl Malden, recibiendo órdenes y ejecutándolas sin personalidad y dramatizando una de las escenas más conseguidas del film, borracho y descolocado por los acontecimientos sucedidos a su alrededor.

A recordar esa escena inicial del pueblo indio plantado en mitad del campamento militar a la espera de respuestas prometidas. El enfrentamiento de los indios encerrados en un almacén fieles a sus principios y negándose a acatar más órdenes y promesas blancas. Y esa batalla envuelta en llamas con el ataque a caballo del ejército americano.

No es una obra maestra, pero recomendable a pesar de su falta de mala leche y las imposiciones al director, que de haber tenido total libertad nos hubiera dejado una auténtica joya del cine.
 
 
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